Es connatural al ser humano evitar los riesgos. Sin embargo uno observa qué tienen en común las personas que han alcanzado grandes éxitos y además de una enorme disciplina, muchos se han atrevido a tomar riesgos.

El riesgo es un factor inherente a las negociaciones. Algo debo soltar o algo debo poner de mi parte para que las cosas funcionen. El solo hecho de negociar implica arriesgarse a tener confianza.

¿Por qué hay que arriesgarse? Entre otras cosas porque es prácticamente imposible eliminar todos los factores de riesgo todo el tiempo. Vivir, aventurarse cada día a la emoción la vida ya implica un riesgo. No podemos aproximarnos a todos los eventos de la vida con la eterna paranoia de andar vigilando hasta el más mínimo paso impidiendo el fluir natural de las situaciones.

¿Es reticente a hacer un negocio porque tiene miedo? ¿Se quiere quedar en su zona de comodidad, sin saber qué podría pasar? ¿Esta ante la necesidad imperiosa de ceder en una situación difícil y no quiere asumir ningún riesgo? Arriesgarse es confiar. Confiar principalmente en usted mismo y por supuesto en los demás. La idea no es invitarlo a que se arroje a cualquier evento con los ojos cerrados. Es sugerirle que no se deje paralizar por el miedo y la costumbre, cuando está ante una situación que le podría arrojar la posibilidad de una ganancia. Por algo somos simples humanos, sería excelente si lo pudiéramos controlar todo; pero no es así. En toda situación, tendremos algo que ganar o perder.

¿Cómo valorar un riesgo? La capacidad de arriesgarse es proporcionar a la intensidad e importancia de lo que deseo obtener. Por lógica no valdría la pena arriesgarse por algo que no hace parte de nuestras prioridades. Si existe alguna duda, o ambigüedad en lo que deseo obtener, entonces es probable que no lo desee con la suficiente fuerza posible o aún no tenga claro qué es lo que quiero. Una vez se establece dicha claridad considerar arriesgarse se convierte en algo diferente.

Fracasar está dentro de los eventos posibles en los negocios. Pero, si lo que tanto se anhela, es asumido desde un comienzo con miedo y pavor a empezar, el fracaso ya se decretó por anticipado y se reducen a cero las posibilidades de emprender cualquier cosa.

Imagine que desea recuperar un vínculo personal o de negocios y tiene temor a lo que pueda pasar porque antes ocurrió un fracaso en esa relación. Solo existe una manera de corroborar si valdría la pena retomar: arriesgándose. Los procesos de negociación son actos de confianza. Si usted está en la situación del ejemplo es porque ha considerado que llegar hasta allí le traería una ganancia en su vida personal o en la esfera de los negocios. Las pequeñas caídas hacen parte de nuestro caminar como seres humanos. Sería excelente si todo nos saliera perfecto todo el tiempo. Pero, no es posible.

Dicen que “el movimiento se demuestra andando”. No permitamos que la inacción y el miedo a los fracasos, hasta los más mínimos, nos impidan la posibilidad de obtener esas metas y realizar esos tratos y transacciones que tanto deseamos. Asesórese, infórmese, investigue, mas no deje de confiar, confíe. No se llene de tanta información, de tal manera que por abundante y excesiva lo abrume para tomar una decisión. Confíe en usted mismo, en los demás. Vaya confiado y con la mejor actitud en pos de ese objetivo que tanto desea alcanzar. Tome un riesgo.