Una vez decidimos arrojarnos del avión, gritar “Jerónimo” y dar el salto a la independencia económica con la constitución de nuestra empresa propia, es probable que cometamos muchos errores, el más grave de ellos quizás es persistir en la mentalidad de empleado.

¿En qué consiste exactamente preservar este tipo de mentalidad? Está relacionado directamente con una adicción. Por fuerte que parezca el término así lo es. Cuando hemos sido empleados con una entrada fija y constante nos volvemos adictos al pago mensual. Muchas crisis se pueden generar de esta costumbre. Entre ellas que usted no está habituado a ser su propio jefe.

Por tanto cuando no tiene a alguien que lo dirija y supervise, usted como nuevo emprendedor se relaja, trabaja sin planear, no establece metas, realiza con posterioridad las actividades difíciles y no sale de la zona de comodidad. Es muy natural y muy fácil que desee querer ganar más sin hacer más o trata de abarcar todas las tareas y no se enfoca en aquellas que son prioritarias para el surgimiento de su negocio.

Fácilmente puede llegar a manejar muy mal sus ingresos y no hacer reinversión del capital como lo requieren todas las empresas y más en sus comienzos. Si llega a recibir en un principio ingresos superiores a los que tenía, es probable que los considere dentro de sus gastos personales y deje a un lado su interés principal: su negocio.

El principio es muy sencillo: el dinero siempre se debe reinvertir para producir más dinero.

Ahorrar e invertir, son claves fundamentales para el desarrollo personal  y de una empresa.

Es fundamental tener metas claras. Imagine un barco navegando sin rumbo. ¿A dónde llega? Mientras usted fue empleado siempre le indicaron cuál era el puerto. Ahora es su momento.

Este error de no plantearse unas metas le suele suceder a los nuevos emprendedores por varias razones. Entre ellas están: el temor o miedo a lograr metas determinadas. La baja autoestima, la duda siempre será enemiga de las metas claras. No tener la menor idea de cómo desarrollar un plan y abstenerse de buscar asesoría.

Decídase entonces con total claridad a ser su propio jefe, cuídese del facilismo, asígnele un norte a su bote, usted ya no es el empleado. Es la persona que debe mantener el rumbo de su propia empresa.