En la actualidad, la felicidad está en los titulares de las noticias. Recientemente, dos economistas ganadores del Premio Nobel, Joseph Stiglitz y Amartya Sen, hicieron un llamado a los líderes del mundo para que se distanciaran de una medida de valor basada únicamente en lo económico y procuraran una visión más amplia que incluyera el bienestar y su sostenibilidad.

Los gobiernos con falta de liquidez están investigan- do sobre el “bienestar emocional” (EWB, por su sigla en inglés), considerando que una mejoría en el bienestar emocional de cada nación podría ser un valioso activo con un sólido retorno de inversión. Hay evidencias muy convincentes que muestran que las personas más felices le aportan más a la sociedad, mientras que, al mismo tiempo, demandan menos de la misma.
Para la mayoría de nosotros, la felicidad es ese sentimiento agradable que tenemos cuando la vida es buena. Abarca un amplio rango de emociones, desde alegría hasta un gran gozo y júbilo, dependiendo de cuán alto y bajo podemos extendernos dentro del espectro emocional. Pero todos conocemos la felicidad cuando la vemos y nos gusta. Es el factor definitivo de sentirse bien.


Desde muy temprana edad, aprendemos que debemos buscar la felicidad. Siendo niños, nuestro concepto de felicidad es un tanto sencillo, pero, a medida que pasan los años, este se amplía bastante. Llegamos a creer que, si triunfamos con algo, ya sea en una profesión o una relación, entonces seremos felices. Hay quienes buscan la felicidad por medio de la religión o un líder espiritual y, al parecer, todos tenemos nuestra propia idea de qué nos hace felices. Su búsqueda suele convertirse en la razón misma de nuestra existencia. Si alguien nos pregunta qué queremos para nosotros o para nuestros seres queridos, la respuesta más probable será:“felicidad”.

“¿Qué constituye la felicidad?” O, para ser más precisos, “¿dónde existe la felicidad?” son preguntas que han inquietado a grandes pensadores.




El filósofo Aristóteles creía que la felicidad era el significado y propósito de la vida, el único objetivo y la única razón de la existencia humana. Creía que siempre elegimos la felicidad en sí misma y no por alguna otra razón. Ella es el objetivo que mueve todas las acciones virtuosas. Debe ser un bien o conjunto de bienes que, en sí mismos, hacen que valga la pena vivir.