Imaginarnos como pequeños Midas convirtiendo en oro todo lo que tocamos resulta fascinante. ¡Qué más quisiéramos! ¡Ah!, pero es que tal o cual persona tuvo una idea y se cubrió en dinero. ¿Entonces yo, por qué no podría hacerlo? Eso no es tan sencillo.

Una mente curiosa dispuesta a aportar una idea brillante no está ahí por azar. Las ideas geniales tienden a solucionar problemas y para lograr hacerlo hay que ser un muy observador de las necesidades humanas.

Entre muchos requerimientos de los seres humanos hay muchos que no son legales. ¿Vale la pena que usted sea próspero a causa del mal generado en los otros? ¿Será esa prosperidad duradera? Ahí le quedan ese par de preguntas.

¿La prosperidad es solo la obtención de un mejor estatus económico a través del dinero? ¿Cuántos niños adinerados no anhelan la familia tranquila y feliz que ven en casa de otros chicos?

¿Ya obtuvo ese objetivo académico que tanto quería? Se han visto montones de casos de personas adineradas, que sí han sido constantes, persistentes, buenos trabajadores, ahorradores; incluso le han dado la mejor educación universitaria a sus hijos y sienten por alguna razón que en su vida hay un vacío que desean llenar y es la parte de su educación profesional.

¿Es entonces la prosperidad encontrar la gallinita de los huevos de oro? ¿Y qué hay de sentirme feliz con lo que hago? No sentirse feliz con las labores que se realizan genera una enorme frustración. ¿Quién puede ser próspero de esa manera?

Aunque suene poco creíble, así es: ni siquiera la satisfacción de las necesidades básicas obliga a alguien a quedarse donde es infeliz.

¿Por qué la prosperidad no puede tener una fórmula? Porque dependerá de las necesidades y capacidades de cada ser humano. ¿O entonces cómo se explica que en países con altos niveles de calidad de vida existan problemas de frustración en ciertos grupos?
Tenerlo “todo” no siempre es símbolo de prosperidad, ser próspero también implica la capacidad de reconstruirse después del fracaso, hay muchas personas que no lo logran.

El deseo de luchar, la voluntad de no rendirse a la primera, por lo menos intentar. Esos son indicadores de una persona próspera. Las posesiones son relativas. La iniciativa profunda de seguir adelante depende de cada uno.

Editado por: Ana Patricia Caicedo Cox