Pocas cosas nos irritan tanto como hablar con alguien que no nos está prestando atención. Esto nos hace sentir no sólo ignorados, sino menospreciados. En el mundo de los negocios esta falta de respeto y sensibilidad es un lujo que no nos podemos dar. ¿A qué se debe que nos sea tan difícil prestar atención? Una de las razones es que a menudo creemos que oír y escuchar son sinónimos cuando en realidad designan dos acciones distintas. Oír es un proceso fisiológico pasivo. Escuchar es un proceso activo mucho más complejo que implica, entre otras cosas, prestar atención e interesarse por la persona que está hablando.

Una investigación reciente dirigida por una importante organización de ventas demostró que cuatro de cada cinco quejas de los clientes se podían atribuir directamente a la falta de habilidad para escuchar eficazmente por parte de empresarios y vendedores.

Lo cierto es que muchas personas prestan atención a su manera de hablar, pero olvidan que para que exista la verdadera comunicación hay que saber escuchar.

Escuchar es probablemente la dimensión más importante de la comunicación y, tristemente, la que menos se practica. Lo cierto es que el arte de escuchar con atención ha sido relegado a un segundo plano por quienes creen que comunicarse con efectividad requiere únicamente hablar con propiedad.

La buena noticia es que escuchar es una habilidad y, por lo tanto, puede ser mejorada. Al optimizar nuestra habilidad de escuchar mejorará también nuestra efectividad, nuestras relaciones con los demás, nuestra productividad en el trabajo y en los negocios.

Pero nuestra deficiencia para escuchar no se limita al área profesional. En las relaciones de pareja, por ejemplo, se ha encontrado que una de las mayores quejas por parte de los esposos o esposas es que, según ellos, la otra persona no escucha. También es muy común oír entre adolescentes afirmaciones como: “en casa no me entienden” o “mis padres nunca escuchan lo que yo tengo que decir”. Lo curioso es que al mismo tiempo la queja que con mayor frecuencia expresan los padres es que, “hablarle a sus hijos es cómo estar hablándole a una pared”. Todos estos son gritos desesperados de personas que desean ser escuchadas.

El diccionario define la palabra “escuchar” como: prestar atención, oír. Pero escuchar es mucho más que eso. Escuchar es lograr ponerte en la situación de la otra persona y ver las cosas desde su punto de vista; algo que no suele suceder muy a menudo. La mayoría de nosotros no nos concentramos en el punto de vista de los demás, y por esta razón, nunca llegamos a entenderlos totalmente. Estamos tan interesados en nuestras propias ideas y puntos de vista, que ni siquiera oímos lo que se está diciendo. Así que cuando la otra persona esté hablando escúchalo con la misma atención que deseas que ella te de cuando sea tu turno de hablar.

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