Asumir las situaciones, lo que está pasando, la realidad de las cosas es una manera muy sencilla de ir ganando en la vida.

Con frecuencia nos enfrascamos en actitudes de queja y resentimiento que no conducen a ningún lado. ¿Cuántas veces nos ocurre que simplemente no estamos asumiendo una equivocación? ¿Por qué? Obvio, siempre será más fácil responsabilizar a otro.

Claro es que “no asciendo más en la empresa porque “alguien me tiene entre ojos”, nunca diré que no me he esforzado lo suficiente para lograr mi ascenso, mis resultados en una evaluación no fueron los mejores porque el evaluador fue “injusto” difícilmente asumiré que no me preparé lo suficiente.

Frases de ese estilo, en las cuales hay autosabotaje y una baja autoestima escondida, las hay por montones y en singulares variedades: “Siempre quise aprender a tocar un instrumento; pero… mis padres no me apoyaron”. ¿Qué ha hecho en la actualidad para que suceda cuando ya su vida no tiene que ver con sus padres? ¿Compró tan siquiera un instrumento? ¿Dedicó un buen número de horas a aprenderlo?

La mentalidad de víctima, casi que lleva a las personas a pensar que las cosas ocurren porque sí o caen del cielo. NO. Así no va a suceder.

Asumir pone a las personas ante un principio de realidad. Asumir es saber con qué juego. Asumir es tener las cartas puestas sobre la mesa.

Si usted asume, deja de vivir la vida como la “fábula de la lechera”. Sabe con qué realidad cuenta. Tiene claro cuáles son los elementos que tiene a mano para desarrollar lo que quiere y así mismo puede plantear cómo alcanzar sus objetivos.

Si se hace responsable de las situaciones, sabe hasta dónde llegaron sus aciertos y errores. Teniendo claro el panorama es más fácil corregir y actuar en lugar de persistir en una actitud de queja y victimización que lo único que hace es estancarlo.

Acepte ver la realidad, como es, resulta más sencillo, el verdadero soñador tiene los pies bien enraizados en la tierra. Motive a los demás con su valentía para aceptar las situaciones con coraje y entereza. No huya, no se esconda detrás de las lamentaciones. Acepte las situaciones y como dice la sabiduría popular: “si la vida le da limones aprenda a hacer limonada”.