Las personas tenemos más capacidad de la que usamos. Jamás ha existido alguien capaz de vivir al máximo de su potencial. Hemos sido creados con una capacidad tan grande que estoy seguro que si pudiéramos ver de lo que somos capaces no lo creeríamos. Las posibilidades de lo que podemos lograr, aprender y desarrollar son prácticamente infinitas. El lugar del mundo donde se concentra el mayor poderío de dones, habilidades y talentos es el cementerio. Lo más triste de las personas que han muerto no es las vidas que tuvieron, sino las que pudieron tener. Muchos llevan a sus tumbas un tremendo potencial desperdiciado, incluso ignorado por ellos mismos.

Nuestro potencial creativo, manual y físico es expandible, es decir, entre más lo ejercitamos más podemos desarrollar. Si empezamos a hacer ejercicio físico con regularidad incrementamos la capacidad para ejercitarnos, es decir, cada vez podemos hacer más. Lo mismo sucede con la mente. No importa cuál sea nuestra edad tenemos capacidad para aprender. Podemos adquirir otro idioma o varios de ellos; convertirnos expertos en cualquier tema o utilizar nuestra imaginación para escribir, pintar, construir, esculpir, diseñar programas de computación o hacer trucos de magia. Lo creas o no nuestro cerebro da para esto y más.Hay varias maneras de hacer crecer nuestros talentos y habilidades, veamos varias de ellas.

Una es practicar frecuente y constantemente aquello para lo que somos buenos. Si una persona es competente en respostería y se mantienes haciendo nuevas recetas, cada vez adquirirá más pericia y conocimientos para mejorar el sabor, textura y consistencia de sus pastelillos; además que lo logrará en menos tiempo, reduciendo costos, etc. En la medida en que más practicamos más aprendemos y entre más aprendemos más podemos aprender.

Otra forma de desarrollar potencial es comprometernos a más de lo que creemos ser capaces de realizar. Cuando trabajamos bajo presión generamos alternativas para solucionar los retos que enfrentamos; nuestra creatividad aflora y descubrimos opciones que no habíamos considerado o no necesitábamos utilizar. Por ejemplo, si el dueño de un restaurante nos pide de nuestros pasteles y nos pregunta cuántos le podemos entregar cada día, deberíamos comprometernos con un número mayor del que sabemos que podemos producir. Aunque parece un acto irresponsable es una buena medida para desarrollar potencial. Te aseguro que si nos hacen el pedido encontraremos la forma de cumplir. Tal vez solicitemos ayuda a alguien; rentemos el horno de la vecina para hornear en ambas casas; durmamos menos horas o qué sé yo; pero estoy seguro que concluiremos cada día con la cantidad de pasteles prometidos. Sin duda, este atrevimiento abrirá alternativas incluso para buscar nuevos clientes. Si aplicas esto en cualquier área de desempeño cada vez tendrán mayor capacidad de respuesta.

La siguiente alternativa para hacer mayor uso de nuestras capacidades es intentar cosas nuevas. Cuando estudiaba bachillerato corría a diario y participaba en carreras de más de diez kilómetros. Mi fortaleza era la resistencia, no la velocidad. Al terminar la preparatoria me fui al noreste de Estados Unidos con la intención de aprender inglés. Me inscribí en la escuela del pueblo en que vivía y participaba allí como cualquier otro alumno. Me integré al equipo de atletismo. Sabía que la excelente condición física que tenía me ayudaría a tener un buen desempeño. Sin embargo surgió un pequeño detalle. En el condado en que vivía el reglamento escolar no permitía que los alumnos participáramos en competencias de más de una milla, es decir 1.6 kilómetros. ¡Eran competencias de velocidad!

Competir allí fue frustrante para mí. Carrera tras carrera cuando llegaba a la meta volteaba hacia atrás y no veía a nadie más. Casi siempre era el último en llegar. Allí concluí que quiénes afirman que lo importante no es ganar sino competir lo dicen porque seguramente no llegan en último lugar. La verdad no se siente nada bien ser el que cierra las carreras. Después de varias derrotas la entrenadora me sugirió cambiar de disciplina y enfocarme en caminata. Jamás había practicado la marcha, pero mi otra opción era salirme del equipo, por lo que acepté su propuesta. No recuerdo haber participado ese año en alguna competencia en la que haya llegado después del tercer lugar.

Siempre concluía en el primero o segundo lugar y ocasionalmente en un tercero. Descubrí que incluso era mejor en caminata que en las carreras de fondo. Yo no sabía que había ese potencial en mí. Es por ello que estoy convencido que la inmensa mayoría de las personas somos excelentes para cosas que aún no intentamos. Conozco a una mujer que cerca de los cuarenta años descubrió el maravilloso don que tiene para la pintura.

Estas tres recomendaciones sencillas pueden ayudarnos a aprovechar más las grandes capacidades que poseemos. Intentemos cosas nuevas, comprometámonos a más de lo que creemos que podemos hacer y practiquemos aquellas actividades para las que somos buenos. Colaboremos para que sea la vida diaria, y no los cementarios, los que reciban el gran potencial que poseemos.

Fragmentos del libro: Vivir sin temor a caer.