Algo que damos por cierto es que todo líder excelente de hoy alguna vez también fue un líder débil. Todos comenzamos desde abajo, sin ninguna clase de habilidad gerencial, independientemente del título que cada uno sustentemos al inicio de nuestra carrera. Mi experiencia personal es un buen ejemplo. Recuerdo cuando fui promovido por primera vez para pasar de ser un vendedor destacado a recibir un cargo como gerente de ventas con más de 30 vendedores bajo mi responsabilidad. Estaba convencido de que esta sería mi gran oportunidad para demostrar mis habilidades de liderazgo.

Sin tener ninguna experiencia gerencial comencé a dar órdenes de inmediato, diciéndole a mi equipo que hiciera ciertas cosas y que dejara de hacer otras. Aleccioné tanto individual como grupalmente parademostrar mi conocimiento superior así como mis capacidades en el área. Critiqué a algunos por sus errores o falta de productividad y amenacé con despedir a quienes no mejoraran ni caminaran recto bajo mi liderazgo.

Ignoré las miradas hoscas y las caras arrugadas y pasé por alto el silencio con que era recibido en todo sitio al que me atrevía a entrar. Los vendedores me ignoraban y se quejaban entre ellos acerca de la forma en que los estaba tratando. Una semana después de mi ascenso a mi posición gerencial llegué una mañana a la oficina y estaba vacía. Todos se habían ido. He aquí la lección: la manera en que usted trata a su personal —lo que usted dice y hace causando un estímulo emocional—, es más importante para sacar a relucir lo mejor de ellos, que toda la educación, inteligencia o experiencia que usted tenga haciendo su trabajo.

Fuente: BRIAN TRACY, Autor del libro Totalmente Comprometido