Ernesto es el gerente general de una empresa de bienes raíces. A pesar de tener resultados aceptables, salió evaluado como un jefe intransigente, autoritario y poco cooperativo con sus colaboradores. No entiende por qué le pasa esto si trata bien a su gente.
Gilberto acaba de recibir una carta de Jaime, su hijo de dieciséis años, como parte de una de las actividades del curso para padres de familia en el que está participando. El escrito ha sido como una puñalada para él, pues descubrió que en realidad él y Jaime no se conocen.
A Cecilia su hermana le acaba de decir que ella y el resto de la familia la consideran una persona superficial y enfocada solamente en lo material y el consumismo. Realmente está sorprendida pues se ve a sí misma como una mujer consciente. Si no sumamente espiritual, tampoco vana y consumista.
¿Por qué estas personas son percibidas de manera negativa por los demás?, ¿a qué se debe que ellas no se consideran así? Las razones pueden ser varias, pero una de ellas es el tipo de fábrica de perfumes que visitan.
La fábrica de perfumes.
Hace años tuve como cliente a una empresa fabricante de aromatizantes para el hogar. Manufacturan diferentes sistemas para esparcir perfume en las habitaciones o en los automóviles. La primera vez que asistí a sus instalaciones me sorprendí de lo fuerte del aroma que prevalecía en cualquier zona de la empresa. Desde que llegué a la recepción percibí un olor agradable. En el área de producción la intensidad era más fuerte. Cada vez que regresaba a casa después de trabajar en sus instalaciones, mi esposa y mis hijas identificaban que había estado allí: “fuiste a la fábrica de perfumes, ¿verdad?”. Sólo bastaba permanecer diez o quince minutos para que mis ropas e incluso mi piel se impregnaran del agradable aroma.
Así es nuestra vida, nos impregnamos del olor de las personas y los ambientes en los que nos involucramos. Sin darnos cuenta vamos adquiriendo el perfume o la pestilencia de lo que leemos, vemos, conversamos, escuchamos y la gente con la que estamos. Poco a poco nos vamos llenando del aroma de aquellas situaciones a las que nos exponemos. Empezamos a pensar, hablar y actuar con base en la información que recibimos; las charlas que tenemos, los libros que leemos y las capacitaciones y entrenamientos de los que participamos. Toda esa información penetra nuestras neuronas y poros y se convierte en lo que transpiramos con palabras y actitudes.
Dime con quién andas…