Todos amamos los pequeños detalles y reaccionamos de manera positiva ante los mismos. Nos encanta una cara amable, una sonrisa, ser atendidos de buena manera. De una u otra forma al recibir esos mínimos gestos, nos sentimos merecedores de grandes cosas.
Es emocionante leer algo que tienen en común las historias de las grandes empresas: sus líderes o dueños son o eran personas muy amables. Empresarios con negocios de mil empleados o más que llegaban a saberle el nombre a todos y cada uno. Dueños de emprendimientos que se toman el trabajo de saludar a todos los integrantes de una planta de trabajo. Grandes líderes que llegaban a saber en muchos de los casos, cuáles eran los inconvenientes de su personal a nivel familiar.
Esos pequeños “grandes” detalles crean sentido de pertenencia. ¿Cómo no trabajar mejor para una persona a la cual le importo? Es una simple cadena de dar y recibir.
Son esas mínimas cositas que le hacen sentir a los demás: “Usted es importante para mí y aprecio su colaboración”.
Se gana mucho diciendo una frase motivadora u otorgando un reconocimiento de vez en cuando. ¿Ha notado esto: ensaye decirle a un empleado que lo necesita en su oficina? ¿Cuál es la reacción más constante? La persona suele pensar que hizo algo malo. En el tránsito hacia su oficina, la persona va revisando mentalmente, en qué podría haberse equivocado.
Tristemente estamos acostumbrados al refuerzo negativo. ¿Por qué no cambiar ese esquema? Llame a sus empleados de vez en cuando a su oficina para felicitarles o simplemente agradecerles su presencia en la compañía.
A todos nos gusta ser valorados, respetados y reconocidos. Se pueden generar grandes cambios desde los pequeños detalles.
Esos estímulos se convierten en un bálsamo para la labor cotidiana. Qué bueno trabajar para un lugar donde uno se siente recibido y tratado con cordialidad. Ese tipo de cosas no tiene ningún precio.
La amabilidad debe ser un principio de convivencia. La altísima probabilidad de no tener la certeza de qué puede estar ocurriendo con el otro, es un hecho contundente. Ignoramos la carga que los demás están llevando de la misma manera que los otros de seguro desconocen la nuestra.
Entonces, esos pequeños gestos de cordialidad, no sobran, por el contrario, pueden ayudarle a mejorar su día y el de los demás.