Por estos días ha circulado en las redes sociales un video de un chico asombroso llamado Jhonathan Pitre, el cual padece de Epidermólisis bullosa, también conocida como “piel de mariposa”.

¿Se ha imaginado que su piel sea tan delicada como las alas de una mariposa? ¿Se ha hecho a la idea de pasar vendado todo el día para que nada toque su epidermis y no se esté haciendo daño todo el tiempo? ¿Se ha imaginado que en su vida bañarse sea un problema y que dejar de bañarse también lo sea porque puede causarse miles de infecciones? Todo afecta la piel de este niño, el sol, el frío, el agua. Su día a día es un ritual tortuoso de cambio de vendas que llega a durar más de tres horas, el cual es acompañado por el amor incondicional de su madre.

¿Y saben qué? Este niño no ama los deportes… los adora… sí, los adora y no los puede practicar porque se haría muchísimo daño. Sin embargo, mantiene los deportes en su cabeza a cada instante, los ve todo el tiempo, mantiene en su pensamiento las estadísticas, vive actualizado, emocionado y admirado por lo que más le apasiona. Su actitud lo ha llevado a conocer a los deportistas que más admira.

Ejemplos como los de Jhonathan Pitre, que nos llevan a pensar “caramba, yo sí que me quejo por cualquier cosa”, son por fortuna abundantes. Metáforas de la vida y la esperanza, hay muchas a nuestro alrededor. Niños que viven en áreas de difícil acceso y van a la escuela, luego de caminar horas para recibir una mejor educación. Montones de maestros que trabajan con la uñas, para darle un futuro mejor a muchos pequeños, porque tienen una mística incuestionable por lo que hacen.

El espíritu de lucha es entonces superarse a sí mismo y a sus circunstancias. Es tener la valentía de decirse: SÍ, cuando todo a tu alrededor dice: NO.

Cada uno es responsable del discurso de vida que se autoproclama. El límite está en usted. El espíritu de lucha es una actitud interna que proviene de su convicción más profunda. No se espere a decir: “es que el día de mañana no quiero que mis hijos se queden como yo”.
Comience a convencerse de que usted: ¡Puede!

Editado: Ana Patricia Caicedo Cox

Por estos días ha circulado en las redes sociales un video de un chico asombroso llamado Jhonathan Pitre, el cual padece de Epidermólisis bullosa, también conocida como “piel de mariposa”.

¿Se ha imaginado que su piel sea tan delicada como las alas de una mariposa? ¿Se ha hecho a la idea de pasar vendado todo el día para que nada toque su epidermis y no se esté haciendo daño todo el tiempo? ¿Se ha imaginado que en su vida bañarse sea un problema y que dejar de bañarse también lo sea porque puede causarse miles de infecciones? Todo afecta la piel de este niño, el sol, el frío, el agua. Su día a día es un ritual tortuoso de cambio de vendas que llega a durar más de tres horas, el cual es acompañado por el amor incondicional de su madre.

¿Y saben qué? Este niño no ama los deportes… los adora… sí, los adora y no los puede practicar porque se haría muchísimo daño. Sin embargo, mantiene los deportes en su cabeza a cada instante, los ve todo el tiempo, mantiene en su pensamiento las estadísticas, vive actualizado, emocionado y admirado por lo que más le apasiona. Su actitud lo ha llevado a conocer a los deportistas que más admira.

Ejemplos como los de Jhonathan Pitre, que nos llevan a pensar “caramba, yo sí que me quejo por cualquier cosa”, son por fortuna abundantes. Metáforas de la vida y la esperanza, hay muchas a nuestro alrededor. Niños que viven en áreas de difícil acceso y van a la escuela, luego de caminar horas para recibir una mejor educación. Montones de maestros que trabajan con la uñas, para darle un futuro mejor a muchos pequeños, porque tienen una mística incuestionable por lo que hacen.

El espíritu de lucha es entonces superarse a sí mismo y a sus circunstancias. Es tener la valentía de decirse: SÍ, cuando todo a tu alrededor dice: NO.

Cada uno es responsable del discurso de vida que se autoproclama. El límite está en usted. El espíritu de lucha es una actitud interna que proviene de su convicción más profunda. No se espere a decir: “es que el día de mañana no quiero que mis hijos se queden como yo”.
Comience a convencerse de que usted: ¡Puede!

Editado: Ana Patricia Caicedo Cox