Existen tantos imaginarios acerca de ser millonario. Todos ellos asociados al derroche, el lujo, la ostentación, las múltiples posesiones, el supuesto éxito que se genera cuando los demás me ven con dinero. La gente incluso afirma que “cuando hay plata, hay amigos”.
Claro, los anteriores imaginarios, generalmente se corresponden a fortunas construidas por actividades no legales o golpes del destino. Usted de repente se ganó la lotería y que bendición tan enorme, claro, hasta el golpe de la realidad en el cual usted ve que tiene poca o ninguna experiencia en el manejo del dinero.
Los medios de comunicación son hasta cierto punto responsables de que se piense “ser rico es gastar”. Claro, se es rico si se compra el carro más caro, la vivienda más lujosa, la última tecnología de punta o usted hace a punta de tarjetas de crédito los cruceros habidos y por haber y pasa el resto de su vida pagándolos. Todas estas cosas se ven tan maravillosas en las películas, videos y revistas que día a día nos contaminan visualmente. Y están hechas para eso, para que usted satisfaga deseos, no necesidades reales. La economía de la postmodernidad se basa en eso si no fuera así, no se le daría tanta importancia a las marcas. La apariencia y la marca no son siempre el reflejo de una excelente calidad.
Analice a los dueños de fortunas estables. Si usted consulta las biografías de estos personajes verá que son personas con hábitos de ahorro, metas a largo plazo y atención su prioridad es invertir no despilfarrar. Los dueños de fortunas sólidas no colocan todos los huevos en una sola canasta siempre están analizando diversas posibilidades de multiplicar su dinero.
También se caracterizan porque puede que en alguno de estos intentos de inversión, estén asumiendo un riesgo considerable, incluso puede que pierdan, pero tienen un rasgo muy particular: tienen la capacidad de reinventarse y volver a empezar las veces que sea necesario. Lo anterior difícilmente va a ocurrir con una persona que adquirió su fortuna de la noche a la mañana y no tiene la más mínima idea de qué va a hacer con ella.
Quizás considera que ya es muy tarde para cambiar sus hábitos económicos. Pues no. Jamás se es tarde. Comience, fíjese una meta y sobre todo no despilfarre.