Con frecuencia pensamos que es posible hallar la felicidad en el perfeccionismo, en el consumismo, en cuerpos esbeltos, en tener más dinero, en conseguir estatus, en el poder y el control. Confundimos felicidad con placer. Vivimos experimentando un placer tras otro. Pero nadie va a encontrar la felicidad en la prisión del placer porque este es corto y temporal. La felicidad se experimenta a lo largo de la vida. El placer es un evento —un momento en el tiempo. Nadie ha logrado hallar la felicidad mediante ir tras los placeres.

El placer puede ser seductor y adictivo. La obsesión de buscarlo destruye el bienestar mental, físico y espiritual.  Sin importar cuál sea la experiencia en cuestión, puede llegar a ser muy adictivo, trátese del alcohol, las drogas, comer desmedidamente, trabajar en exceso, ir de compras, jugar por dinero, los videojuegos o la pornografía. El placer se disfraza de “verdadera felicidad”, pero es sólo una ilusión, como muchos de los demás fantasmas que continuamos persiguiendo a lo largo de la vida.

El buscar y experimentar placer por sí mismo es un callejón sin salida. Pero si su meta es la de experimentar una vida de auténtica felicidad, el placer vendrá y alegrará su viaje. Escoger la felicidad tiene que ver con convertirse en el héroe de su vida, no en la víctima. La felicidad es la habilidad de recibir y dar amor, y es tan duradera como una excelente obra de arte: cada día usted descubre una nueva faceta que hace su vida aún más preciosa y sagrada.