Cada uno de nosotros es el artífice de su propia vida y con más razón de la imagen que proyecta ante el mundo. Somos responsables de vernos bien, lo cual de hecho nos hará sentir mejor. También somos los encargados de que nuestra imagen se mantenga fresca y actualizada. Es bueno, muy bueno, que nos sigamos gustando, sin perder nuestra esencia.
Se debe ser cuidadoso con estancarse en una imagen. Miremos las carreras de los grandes artistas, cuya vigencia ha superado los 30 y más años de vida profesional. ¿Cuál fue esa virtud que logró en estos personajes carreras tan extensas y exitosas? Respuesta: la virtud de reinventarse.
Veamos ejemplos concretos: Robert De Niro, Al Pacino, Madonna, Celia Cruz. Carreras profesionales largas y respetables todas. Todos ellos unos triunfadores. ¿Exactamente de qué estamos hablando? No se está hablando de hacerse mil cirugías, ni de someterse a torturas corporales. Se trata de renovar o cambiar esas pequeñas cosas que sin darme cuenta, me hacen lucir fuera de época o desactualizado: un simple corte de cabello (puede haberme gustado mucho mi corte “ochentero”, pero quizás no sea tiempo de segur usándolo). Mencionemos otra, la ropa: debo estar atento a que si esta no es de corte clásico, puedo lucir como salido de otra época. Miremos otro aspecto, los accesorios: resulta que mi bolso o mi maletín muestran que hace mucho tiempo no voy de compras.
Es simplemente estar atento a esos pequeños cambios de apariencia que podrían hacerme lucir mejor. Hay que arriesgarse y ensayar. ¿Y sí resulta que me veo mejor con un nuevo tiente de cabello? Solo hay una forma de saberlo: haciéndolo.
Esto de los cambios de imagen, no ha sucedido solo a nivel artístico. Las grandes empresas han cambiado la forma de mostrarse al público o la presentación de sus productos. La gaseosa “cola” más vendida en el mundo ha refrescado su imagen muchas veces. Sigue siendo la misma gaseosa. La gracia de saber hacer este tipo de cambios es conservar la esencia.
La señora Celia Cruz, tuvo la singular virtud de reinventarse literalmente para cada presentación: pelucas de diversos colores, vestidos de muy particulares estilos, una muy, muy singular colección de zapatos. ¿Y en todas sus presentaciones que había en común?, la respuesta es muy sencilla: su esencia. Una profesional entregada a su oficio, una mujer llena de carisma e infinito respeto por su público, una mujer con mucho “azúcar”.
Reinventarnos y mantenernos vigentes, no es propiedad exclusiva de artistas. Es deber de todo ser humano y profesional porque revela su grado de compromiso y entrega para con él mismo y con los demás.